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La cocina de los mortales, cap. 2


¿Por qué mi perro está gordo?

            Realmente este no es el caso de Tara, mi perra de aguas, que de paso ya os digo que es una preciosidad. Pero más de uno habrá visto que su perro, o el de algún amigo, está gordo, gordo como un sollo, es más, redondo, cilíndrico.
            "Pero si yo nada más que le pongo pienso y se lo tengo controlado, ¿cómo podrá ser?". Deja de tener tontas reflexiones y mejor ponte a mirar al resto de la familia a ver si todos están igual de gordos o más. Si no es así deberías empezar a hacerte algunas preguntas y mirar por debajo de la mesa del comedor de vez en cuando. Quizás estén todos gordos menos uno y el perro no se separa de él cada vez que todos os sentáis en la mesa a comer. Es que si hay algún canijo o dos entre gordos está claro que tu cocina no les gusta y al perro sí. Por eso deberías vigilar un poco más algunos aspectos de tu cocina.
            Es lo mismo que cuando uno quiere ponerse a dieta y pone al resto de la familia con el mismo plan por la simple razón de que si haces otro plato para ellos caerás en la tentación y la dieta se irá a tomar viento. Lo que a ti te guste no quiere decir que a los demás vaya a gustarle; o simplemente es que no sabes cocinar, o que esos platos de diseño y con desconstrucciones de cocido o de cualquier otra cosa no es lo tuyo. Que sí, que al menos tu perro se lo come cuando se lo dan a escondidas bajo la mesa, porque le guste, porque se comen casi todo o porque el pienso no le va. Lo triste ya sería que ni al perro le gustase como cocinas, como el perro de un compañero de trabajo que tuve, allá cuando conducía ambulancias, que le dio para comer la lata de paté que venía en la cesta de navidad y nada más que lo olió se apartó, es que ni lo lamió, a saber de qué estaría hecho.

            Siempre te quedará el consuelo de decir que los niños tienen otro metabolismo y que con tanto deporte que hacen lo queman todo, que por eso están tan canijos. ¿Pero qué deporte ni ocho cuartos? Si la mayoría de la chavalería no hacen más ejercicio que el que le obligan en clase de educación física, y hasta suspenden la asignatura. Están todo el día con los móviles y los ordenadores, y el que no, enganchado con la tele. Tú fíjate bien dónde se pone el perro a la hora de comer, a ver a quien se le arrima y le pone la pata encima para que le dé de comer. Que sí, que tu pareja se zampa los platos y hasta los rebaña con pan, pero es que el amor apacigua el estómago y por amor ya se sabe…

            No a todos les gusta una ternera Wellington, y menos mal hecha (como la que intentaste hacer), o cualquier cosa que se te ocurra cocinar porque lo has visto en Masterchef, o en cualquier otro concurso televisivo, y te crees que con repetir lo que ha salido en la pantalla es suficiente. Que las imágenes, resumidas, están para que ocupen lo justo en su franja horaria y no valen para nada que no sea otra cosa que puro entretenimiento. Cuando veas alguna receta que te guste mejor la buscas por internet o en algún libro de recetas y la lees una y otra vez, intentas resolver la dudas y, cuando creas que ya está todo y te ves capaz de hacerlo, vuelve a preguntar a tu madre, que si no tiene ni idea y no opina es mejor que te busques otro plato para deslumbrar a la familia, que ya tienes a dos que van a reventar con tantos intentos culinarios, tu pareja y el perro.

            ¿Tú sabes lo felices que son los niños (y los no tan niños) con dos huevos con papas fritas y un par de filetes a la plancha? O con unas croquetas si no. ¿A caso no has visto la cara de más de un adulto en los convites de boda o primera comunión al ver el menú infantil mientras intentan adivinar por qué leches le han puesto unas algas por encima al solomillo que ya está frío y casi como la suela de un zapato? Ah, y no eran algas, simplemente unos cogollos de Tudela escaldados, cortados en juliana y mezclados con unos brotes de soja en una reducción al Pedro Ximénez, cosas de otro lumbreras. Lo dicho, donde haya dos huevos fritos lo demás es coser y cantar. Anda que más de uno no ha dicho pocas veces "Joder, eso sí que es un menú. Ojalá me hubiese tocado en la mesa de los niños". ¿Y quién no ha intentado quitarle una croqueta a los niños en un convite?
           
            A lo que iba, que no quiero decir que todos los días cocines lo mismo, a lo fácil y cómodo, pero que antes de hacer esos intentos de alta cocina, mucho antes, hay que saber preparar otros platos sabrosos de los cuales también disfrutará tu perro pero en menos cuantía, más delgado y mucho más saludable (como tu pareja).
            ¿Quién no recuerda al gran Rowan Atkinson haciendo de Mr. Bean que al pedir un Steak Tartar por ser lo más barato que había en la carta del restaurante y al descubrir que era carne picada y cruda intentaba esconderlo por todas partes, hasta dentro de la pieza de pan?, que donde no hay perro hay que deshacerse de la comida de otra manera.

            De todas formas, si tu perro está gordo deberías preocuparte un poco más por su salud, y si no es el único en casa, en vez de congratularte porque todos te comen mucho, que no bien, deberías pensar que deberíais pasaros de vez en cuando por el Club de la Lechuga, que comer bien y sano no está reñido con las comidas sabrosas, nunca más lejos de ello, y tampoco se ha de pasar hambre. Con un poco de imaginación podrás convertir la ensalada más triste en una explosión de sabor. Y recuerda que las dietas milagro no existen, ponte en manos de los profesionales, tu médico, come menos y más equilibrado.

            Una cosa más, que seguramente la repetiré de mil maneras distintas y no me cansaré de decirlo, la cocina es mucho mejor si es divertida, aunque se haciendo el gamba con la música puesta a tope y cantando cuchara de palo en mano como si fuese un micrófono, o jugando con los niños, tonteando con tu pareja, o charlando con un botellín bien frío en mano con tu segundo de cocina (si lo lees ya sabes que te he ascendido). La cocina también es pasión, locura y osadía, pero paso a paso.


            Y nada mejor que hablar de la salud de tu perro y de uno mismo para dar paso a este tema tan espinoso y desagradable para algunos; y mas cada vez que te reúnes con los amigos y siempre hay alguien que te pone la mano en la barriga y te dice "¡Qué bien nos cuidamos!". Sí, hay que ser muy mamón para que te hagan eso una y otra vez mientras que tú sonríes por no darle la respuesta que tienes en la cabeza.
            Ya sé que no todo el mundo ha hecho dieta y que esa palabra no tiene que significar que hay que adelgazar, aunque cuando el médico, tu madre, o quien sea te dice que tienes que ponerte a dieta está claro que se refiere a que te sobran unos cuantos kilos. Yo mismo empecé hace unos años una dieta con uno de esos métodos milagrosos y perdí doce kilitos sin mucho sufrimiento en un par de meses, doce kilitos que recuperé a lo largo del año por no seguir la dieta al completo según me contaban. Al menos algo aprendí y ya sé cómo perder peso sin seguir ese método, aunque realmente yo eso de perder peso...
            Bueno, pues esta dieta, como muchas otras, empieza con el típico efecto de choque, en este caso era comiendo nada más que proteínas durante cinco días, te decía que podías comer todo lo que quisieras pero nada más que proteínas y mucho líquido, como si me comía dos kilos de pechugas de pollo, que no importaba, como que tampoco le importaba al doctor milagro de la dieta si tenías un problema de hígado o de riñón. Incluso te decía que si estabas bien gordo que te pegases un máximo de una semana a base de proteínas. Una locura, y qué hambre se pasaba, joder, que la proteína sacia muy poco y al rato ya volvías a tener hambre. Y eso de comer todo lo que quisieras es otra locura, que luego te has acostumbrado a llenar el buche a lo bestia y a ver quién es el guapo que te lo quita. Pues hambre a base de un par de filetes de pollo a la plancha o dos lomitos de merluza a lo triste, eso alternando el almuerzo y la cena, y fiambre de pavo o palitos de marisco entre horas para no desfallecer. No lo hagáis por favor.
            Y quien habla de las proteínas, las hay que empiezan con hidratos de carbono, o sólo fruta, o comiendo carne y más carne, que las hay aunque no se lo crean. Todas son dietas milagro, todas te prometen adelgazar y quedarte con un tipazo que jamás tuviste. Y de pastillitas milagrosas mejor ni hablamos.

            Bueno, mi dieta, a lo que iba. Después llegó la fase en la que podía comer ensaladas además de las proteínas. ¡Joder! La primera ensalada me supo a gloria, más que nada por el cambio de sabores, y eso que era lechuga, tomate, cebolla, atún y huevo duro, nada más, todo ligeramente aliñado, ya sabes, que si sólo una cuchara de aceite, poca sal y menos vinagre. ¿Pero qué pasa cuando llevas cuatro días comiendo la misma ensalada? Pues que te aburres un rato (y la boca más), proteínas y ensaladas una y otra vez. Entonces me dije ¿Por qué no mezclarlas? Pues eso hice, no es que hiciese nada nuevo, un poco más allá de la ensalada de pollo. A una ensalada básica le echaba unos langostinos (sí, proteína) troceados al ajillo y pimentón, con su aceitito como aliño, o unos chipirones a la plancha en rodajas, o picar un tomate y saltearlo con unos champiñones y un poco de ajo como guarnición para la merluza o el pollo. Un poco de alegría en la comida en definitiva.
            De aquella época se me ocurrió hacer una ensalada que me gusta muchísimo. Os la cuento: cogía una pechuga de pollo y la cortaba a tiras y después a cuadritos. Hacía la pechuga a la plancha en una sartén con un poco de aceite, la salpimentas, un poco de curry y le echas un chorrito de vino blanco (en mi casa siempre usamos oloroso o amontillado de Jerez de la Frontera, mucho más sabroso para la cocina y, además te puedes tomar una copita mientras). Cuando el vino ya casi se había evaporado le vertía un brick pequeño de sustitutivo de nata (de esos de soja), leche evaporada o nata light en su defecto, lo mezclaba todo y le echaba un poco más de curry, la cantidad ya al gusto. Mientras se templaba iba preparando una ensalada, con su lechuga, tomate, cebolla, huevo duro… lo que vayas viendo. La servía en el plato bien recogidita (si no usa un aro de cocina) y le ponía ese pollo con salsa al curry ya atemperado por encima. No necesita más aliño que esa salsa, y te aseguro que está de muerte. Prueba y verás, no tiene muchas complicaciones.

            Y como esas ensaladas podrás hacer todas las que quieras y tu imaginación se atreva. Es un mundo en el que puedes jugar con los sabores, los colores, la complejidad o lo más simple, como unos cogollos de Tudela cortados a lo largo en cuartos, con un poco de salmorejo y unos boquerones en vinagre o anchoas por encima, eso ya al gusto. Porque en el gusto está la variedad y la cocina es eso, variedad, mucha variedad, y sólo hay que aprender a usarla antes de buscar las dietas milagrosas, las que no existen. Y que me da igual que me vengas contando que tu vecina ha perdido veinte kilos en tres meses y está divina de la muerte. Y mucho menos me cuentes que vas a hacer el plan de comida que le han mandado a tu vecina un médico o de un centro dietético y que ha adelgazado taco, porque eso no te va a servir, es un menú hecho a su metabolismo, no al tuyo.
            Pero que si quieres dieta empieza por comer menos, y siempre quedándote con hambre, un poco ná más; y nada de picotear entre horas, y nada de bollería industrial, y muy poco pan, y un cazo menos al plato de cocido… ¿Sigo o prefieres no sufrir imaginando?

Comentarios

  1. Vivan los huevos fritos, con patatas y chorizo🤣🤣🤣🤣.
    Buen artículo, querido amigo.

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    Respuestas
    1. Capítulo, rapaz, y a ver si se interesan por mis obras la representante literaria de Blasete

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