Dos de los poemas dedicados al poeta al final de mi novela El Sueño de Granada
Duerme en
tu yunque
de plata
gitana
que la
luna te aguarda
para
llevarte verde a su cama,
a dormir
con ella
en el
reflejo del agua,
donde
naranjas camborias navegan
y ella se
peina de fría plata.
Mil
claveles rojos cubren tu pecho
y adornan
tu hermosa cara.
Miles de
voces en silencio
te lloran desde Granada.
Duerme en
tu yunque
de alma
gitana
mientras
los negros,
con sus
martillos,
te rezan,
lloran y callan.
La muerte
le habla.
Las
cumbres mantienen el luto
de la
Granada nazarí
mientras
lloran en la primavera
que no te
volverá a ver.
Los nuevos
brotes crecen
alimentados
por tu sangre
y por la
de otros tantos que murieron
por
envidias y falsos rumores.
Los
árboles se nutren de tu arte, de tus letras,
de tantos
versos que no pudiste regalarnos,
de la
tinta de tus lágrimas
que ahora
son los ríos
que cantan
en las fuentes de la Alhambra
y la
apartan de su amado Albaicín.
Canto de
poeta que siempre
nos
llevará en su recuerdo,
en la
plaza de Santa Ana,
en tantos
puentes que cruzaron
sobre el
Darro y el Genil.
Hijo de la
vega,
donde aun
contemplas tu ciudad amada
con sus
cumbres nevadas
regalándonos
con su brisa tu historia,
aquella
que nunca será olvidada,
aquella
que compartió destino
con tantos
hijos de tu amada Granada.
A ti,
poeta, amante del verbo,
a ti que
bendijiste con tu sonrisa tu amada tierra,
a ti que
tanto te debemos,
a ti que
sólo puedo dedicarte estas letras.
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