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Primer capítulo de La cocina de los mortales

Mi madre, la mejor cocinera

            No es que quiera decir en este capítulo que mi madre sea la mejor cocinera, que para mí lo es, y eso es indiscutible. Que sí, que para cada uno su madre es la mejor cocinera, y no es porque la miremos con buenos ojos, sino porque seguramente es quien nos ha alimentado durante gran parte de nuestra vida. Pero lo dicho, como mi madre ninguna.

"- Oye, ¿en tu casa rezáis antes de comer?
- Que va, mi madre sabe cocinar"

            Es raro que quien sepa cocinar algo no le haya preguntado a su madre, o a la abuela incluso, cualquier duda, desde el tiempo de cocción de los huevos duros hasta los avíos de un cocido o un puchero. Pero ¿qué pasa cuando le preguntamos algo más específico? Ya aparece el típico "Hijo, yo que sé. Yo le echo una pizca de tomillo". Y el que dice una pizca también dice un pellizco, un chorrito, unas gotas, una mijita, un puñao… de tomillo, romero, nuez moscada, pimienta, sal… Vamos a ver madre de mi corazón ¿Cómo de grande es el pellizco, con dos o tres dedos? ¿Y cuántas gotas? ¿La mijita es de las medidas del pueblo de los abuelos o del monólogo de Dani Rovira? Y no hablemos del puñao, que las manos no son iguales de grandes. Estas son las preguntas que uno no se atreve a hacer para aclarar cada respuesta o como mucho la ha hecho una vez ante la respuesta de un "No sé, hijo. Yo no me fijo en eso". Al final lo mejor es intentar estar presente mientras tu madre cocina. De seguro que descubrirás que la pizca de tomillo realmente es cuatro meneos del bote de especias con la tapa de los agujeritos abierta, que el chorrito de vino es medio vaso como mínimo, que las gotitas es un chorrito generoso y que ese pellizco con dos o tres dedos parece más una pala de excavadora cuando ves que mete media mano en el salero para coger cantidad con ese "pellizco". Lo más divertido de todo esto es que por mucho que estés encima de tu madre en la cocina, que por mucho que le preguntes y que por mucho que lo apuntes todo milimétricamente en una libreta, jamás te va a salir igual que a tu madre. Vamos, es que ni las patatas fritas te van a salir igual. Y no hablemos de tus primeras lentejas, qué cosa más triste. Seguramente alguno de ustedes ya se estará jactando de que cocina mejor que su madre, no nos llevemos al engaño, eso es muy raro y sólo sucede en un bajo porcentaje de ocasiones, pero que muy bajo, y más por los deméritos maternos que por vuestras propias habilidades. He aquí un ejemplo: yo mismo, jamás haré, entre muchos platos, un guiso de carrillada tan sabroso como el de mi madre, bueno, ni yo ni nadie, ya he dicho que la cocina de mi madre es indiscutible. Jamás haré una tortilla de patatas igual. Y sí, ni las papas fritas, ni yo ni nadie se puede comparar con su propia madre y menos querer competir con sus platos de toda la vida, con los que nos han estado alimentando con todo su amor y cariño.

            Y como es harto complicado llegar a ese nivel donde las tenemos encumbradas, lo mejor es aprender a cocinar otras cosas también y, de vez en cuando, cocinar para ella si te lo permite. Que esa es otra cuestión a abordar, al igual que ella esté en la cocina mientras tú estás en la faena, y mejor que no sea cuando estás cocinando alguno de sus platos de toda la vida. Que si un "Yo nunca le he echado de eso al guiso", "Ten cuidado que se te va a pasar", "Si no le echas el vino más tarde la carne se te va a quedar dura" y el siempre temido "¿Lo ves? Te lo dije". Esto solamente es un ejemplo de todas esas frases que te llegan a decir, simplemente porque con una madre no se puede competir y nada más que se puede aspirar a cocinar casi tan bien como ellas; eso o te dedicas a hacer otros platos diferentes, que creo que es lo más diplomático y es lo que hago yo, porque cocinar para una madre es un placer, pero si haces unos de sus platos ya sabes lo que te espera y encima puedes meter la pata hasta el corvejón si no tienes paciencia y sutileza con tu madre, porque como le digas algo parecido a "Vamos a ver madre, ¿quién está cocinando, tú o yo? Pues eso", ahí, querido lector, has abierto la caja de los truenos, y lo sabes, cierras los ojos tal como acabas de decirle eso a tu madre y ves la foto de Julito Iglesias señalándote y diciendo en un cartelito "LA HAS CAGADO, Y LO SABES", sí con letras mayúsculas y esa sonrisa tan suya. Ya no vale un tierra trágame ni nada de eso, ¿a quién se le ocurre decirle madre y con ese tono chulesco?, y ni se te ocurra abrir más la boca, no vaya a ser que sea tu orgullo el que hable y la cagues más aún si puedes. Lo mejor es dejar que se desahogue un poco contigo y que vaya a que le dé un poco el aire, que para eso siempre te quedará esa mirada de súplica que le lanzarás una y otra vez a tu hermana presente, la cual te salvará después de haber disfrutado lo suficiente porque eres un bocas por doble partida, por presumir de cocinero y por no tener la boquita cerrada. Pero para arreglarlo todo con tu madre querida no hay nada que darle un beso de disculpa, seguro que eso te salvará del las llamas del infierno, donde ya te veías rodeado de platós de televisión con esos grandes cocineros dale que te pego en sus fogones y escuchando los chistes del gran Arguiñano. La salvación tiene un precio y, como siempre ha dicho mi padre, con la boca cerrada y una sonrisa de oreja a oreja se llega a muchos sitios.

            Yo, por cosas de la vida, gozo mucho de la cocina de mi madre ya que vivo con mis padres, deseando volver a tener un trabajo, como muchos, y una cocina propia, aunque sea en un piso de alquiler. Por suerte a veces me dejan cocinar alguna cosilla, algo que ella no haga, o que le sea un poco más jaleoso. Para mí es un placer cocinar para ellos y que mi madre no tenga que hacerlo, y dejarlo todo bien recogido y limpio al acabar, que no se os olvide.

            Por suerte, con nuestras madres no vamos a necesitar un diccionario de palabras raras, pero mejor ten a mano una libreta y ve apuntando esas que no te suenan, las propias de las medidas y alguna que a lo mejor se le escapa en francés de sus años de estudio en el colegio de las monjas y que luego te van a servir para darte el pegote con tus amigos cuando estén sentados a la mesa, como ecrasè, duxelles, mignonnette… y el que quiera saber lo que significan esas palabras que vaya buscando un diccionario en Internet, como todos.


            Antes de finalizar este capítulo sobre nuestras madres, me gustaría que hagáis una cosa, que habléis con alguno de vuestros hijos o sobrinos,  que vayan a la abuela y le pregunten cuántas cosas compraba con cien pesetas de las de antes (sesenta céntimos para los más jóvenes), cuando era joven o lo que daban de sí esas mil pesetas (seis euros) con las compras para la casa cuando empezó su propia familia, a ver si alguno de esos adorables niños no le pregunta (como en el chiste) que si en aquella época no había cámaras de vídeo vigilancia o personal de seguridad y que lo sisaba.

Comentarios

  1. Me ha encantado, amigo. Y por supuesto aparte de ser todo cierto, me partí de risa😂😂😂😂. Enhorabuena

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