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El silencio de la palabra


Yedra dulce y tierna que lentamente
Atrapas todo mi ser olvidado
Manejando a tu antojo mi conciencia
Iluminando estos ojos apagados
Luz tranquila que me guía
A momentos jamás soñados

Mirada firme
Insolente descaro
Rebeldía pura
Atractivo envenenado

Karma en la tormenta
Huésped de la vida
Armonía de la esencia
Letargo abandonado
Utopía placentera
Melancolía de enamorado.



Entre todos los momentos
que he sufrido durante toda mi existencia
me quedo con aquellos
en los que me he causado el mayor dolor
por el simple uso de mi imaginación,
pura ilusión para un triste iluso.
Y de todos ellos aún siento sobre mi espalda
esos en los que tú participas,
esos que llevo marcados
en la  vergüenza de la primera bofetada,
marcados más allá de la piel,
más allá  de los recuerdos,
en aquel pequeño rincón
donde yo me siento aún más pequeño.
Y allí me quedo recreando cada momento
pues sé que son menos que un sueño,
sí, allí los contemplo
pues sé que en ellos solo existe mi timidez
y por ella me puedo sonrojar sin temor,
y también sé que mi rubor le dará
un bonito tono a mi pequeño rincón
y que realmente tu no me verás,
que allí nuca recibiré tu adiós.
Tampoco tendré tus besos, ni tus caricias,
ni tu mano sobre la mía.
Ya lo sé, eso no lo tengo ni en mis sueños,
lo reservo para mi propia vida,
si no lo puedo sentir,
si no te puedo abrazar,
si no te puedo oír susurrándome,
si no te consigo ver cada día,
no vale la pena recordar
cada segundo que va pasando,
prefiero quedarme en tu olvido,
al menos en algún sitio me tendrás.



Todo lo que has visto
ir recuperándose poco a poco
parece que ha sido un simple espejismo,
pues por momentos
se está derrumbado con tal estropicio
que todo y me reitero, todo
se va marchando directamente
hacia la mierda más grande
que jamás se haya concebido
y hacia ella me voy con todas mis ilusiones,
proyectos, ideas, sueños
y demás maneras que puedan usarse
para darle forma al abstracto de mi ser,
puto inconformista, que me está consumiendo,
devorando cualquier atisbo de energía
que pueda quedar en este trozo
de carne mal repartido
que parece más una burla al pensamiento
que decidió en los anales de la creación
dar vida a la perfección
hecha mujer y hombre.
Así que dejadme en el lugar
en donde no debisteis encontrarme
y permitid que mi vida vaya desapareciendo
cuan naipes que van cayendo de su castillo
y se consumen antes de tocar el suelo
y, así, evitar su aprovechamiento,
deseando que se destruyan en fatua hoguera
de la que sólo quedará un leve recuerdo
que se mantendrá como
una frágil embarcación varada
en las orillas de vuestro mar del olvido.


 Cobarde al hallarme seguro en mi silencio.
Iluso por recibir el brillo de tu mirada.
Valiente cuando descubro tu sonrisa.
Idiota con las manos llenas de nada.
Avaro con mis propios sentimientos.
Ladrón de cualquier gesto que hagas.
Esclavo de mis oscuras desdichas.
Maestro de la maldita nada.
Navegante que no llega a puerto.
Profeta de oídos muertos.
Tirana marioneta de un cuento.
Poeta de mis tristes sueños.



Te llevo tan dentro de mí
que ya sólo el silencio de mis labios
te mantiene conmigo.
Como mis mudas palabras,
que te dicen y te cuentan
todo lo que mis ojos muestran
cada vez que estoy ante ti.
Como estas lágrimas
que no quiero que salgan,
pues siento que te marchas
y, aunque con ellas siento tus caricias,
también me marcas a hielo y fuego.
Ya sé que no te tengo,
pero tampoco quiero perderte.

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